¡Se caen torreones antifujimoristas!

La democracia y una polarización absurda

Las denuncias del caso Lava Jato que implican a los funcionarios de los tres gobierno posnoventa son una clara confirmación de que la política se ha convertido en el peor enemigo del mejor momento que atraviesa la experiencia republicana del Perú.

En los últimos quince años se solía sostener que —no obstante el crecimiento de la economía, la reducción de la pobreza y la expansión de las clases medias— la política fracasaba en todas las líneas. Pero lo más sorprendente de todo era que pese al fracaso de los políticos, el Perú mantuvo una continuidad democrática que hoy nos permite avanzar hacia la quinta elección nacional sin interrupciones. Los sociólogos y los autoproclamados representantes de lo “académico” han ensayado diversas interpretaciones, pero casi nadie ha puesto las castañas al fuego. ¿Cómo explicar el derrumbe de la política y el fracaso de los proyectos intelectuales en medio de una continuidad democrática y un arrinconamiento de la pobreza sin precedentes?

Quizá el camino no sea buscar explicaciones finales ni totales, sino apenas algunas aproximaciones. Por ejemplo aquí una sencilla tesis: la polarización fujimorismo versus antifujimorismo que envuelve a la política durante la democracia posfujimorato podría ser una manera de entender el fracaso de la política que hoy nos estalla en la cara con las denuncias del caso Lava Jato. Semejante polaridad era una manera de sencilla de organizar las cosas: “los decentes” antifujimoristas que se enfrentaban a los corruptos fujimoristas. Hoy sabemos que bajo esa sombrilla de decencia se arremolinaban todos los pícaros habidos y por haber.

Cuando la mayoría de implicados en la corrupción de los noventa fue investigada, procesada y sentenciada, y el antifujimorismo continuó en una “cruzada anticorrupción” en contra del lento y sostenido avance del movimiento naranja, se debió correr el velo de las “decencias” y retornar a una normalidad política. Pero no fue así. Hoy, por ejemplo, un sector de la media sigue lanzando fuego y azufre antifujimorista en medio del cataclismo Lava Jato.

Para revelar la importancia de esta polaridad fujimorismo versus antifujimorismo en la explicación de la situación de los políticos solo bastaría señalar que dos de los tres presidentes de la democracia posnoventa, de alguna manera, representaron la quintaesencia del antifujimorismo. Es más, quizá la única razón por la cual fueron elegidos haya sido la densidad antifujimorista.

¿A qué viene todo esto? El desarrollo de cultura política democrática en el Perú requiere terminar con esta falsa polaridad que nos afecta desde la caída del fujimorato. Algunos tuvimos la esperanza de que la administración PPK pudiese convertirse en un momento de ruptura. No fue así. Hoy el caso Lava Jato amenaza con barrer a todos las panacas del antifujimorismo que se gestó en los últimos quince años. Los dos ex jefes de estado antifujimoristas de la democracia posnoventera están más cerca de la cárcel que cualquiera. Nadie se alegra. Los peruanos de buena voluntad tienen que lamentarlo.

Pero quizá el derrumbe de los torreones antifujimoristas se convierta en un momento de quiebre de la polarización fujimorismo versus antifujimorismo, que sirvió para que un establishment engordará sin pudores de la mamadera estatal, pero que debilitó la democracia y las instituciones, tal como lo comprobaremos descarnadamente en las próximas semanas.