“Notables”, no es un momento constituyente

La Comisión de Notables o Comisión de Reforma Política —que encabeza el politólogo Fernando Tuesta Soldevilla— acaba de presentar diversas propuestas al Ejecutivo. Los doce proyectos de ley —que incluyen reformas constitucionales—, de una u otra manera, abarcan todo el amplio panorama que debe contener una reforma política en el Perú: desde la bicameralidad, la extraña propuesta de elegir el Congreso en la segunda vuelta (¿no es acaso instaurar la dictadura de la mayoría?), la eliminación de la cuestión de confianza obligatoria de los gabinetes y también la eliminación del voto preferencial. No se puede negar que la comisión de politólogos de la izquierda peruana ha formulado una propuesta interesante y que debe debatirse.

Sin embargo, como señalando que los tiempos cambian, Daniel Salaverry, presidente del Congreso, ha puesto el parche. Informó que el Legislativo también presentará su propia iniciativa de reforma política, que se convertiría en insumo para la discusión junto a la propuesta de los notables de Vizcarra. La cosa, pues, está clara: los tiempos son otros y los poderes del Estado recuperan los equilibrios. Hoy no existe el temor cerval de los inexpertos congresistas que se allanaron a las cuatro propuestas de Vizcarra, que bastardearon el sistema político con la no reelección congresal sin bicameralidad, la estatización de las campañas electorales y una indescifrable reforma judicial.

Es hora poner los puntos sobre las íes. El Gobierno de Martín Vizcarra no puede pasarse el tiempo que le resta hasta el 2021 convertido en el “poder legislador” que reforma la Constitución de principio a fin, sin tener el menor proyecto o modelo constitucional como base. Hoy todos sabemos que, en el pasado referéndum, lo menos que importaba era la reforma del texto constitucional porque el único objetivo era sancionar al Congreso y desorganizar a una mayoría legislativa.

La administración Vizcarra tampoco puede consumir sus energías hacia el 2021 asumiendo el papel del “gran legislador”, pese a que la Constitución le prohíbe expresamente función como poder constituyente, a tal extremo que el Ejecutivo no puede observar una reforma constitucional. Y por si acaso, en los únicos sistemas en los que el Ejecutivo lideró reformas constitucionales a punta de referendos fue en los comunismos, en el nazismo y, por estos lares, en Venezuela, Ecuador y Bolivia.

De otro lado, el Ejecutivo que no relanza el crecimiento, que no reconstruye el norte, que es arrinconado en el sur con el bloqueo de Las Bambas y el asedio al Corredor Minero del Sur, que no puede detener a la anemia y a la ola criminal, ¿cómo así se va a dedicar a reformar la Constitución?

De una u otra manera, los terribles resultados del referéndum, la situación actual del Gobierno y la extraña reacción de independencia de Salaverry nos indican que en el Perú no existe un momento constituyente. Los únicos que sueñan con esa circunstancia son los sectores antisistema, con la propuesta de asamblea constituyente.

Por todas estas consideraciones, luego de las elecciones del 2021, con un nuevo Ejecutivo y Legislativo, el Congreso debería formar una comisión constitucional revisora para desmontar la barbarización de nuestro sistema político que sancionó el referéndum pasado. Es lo que aconseja la prudencia y el sentido común. De lo contrario, las nuevas reformas se convertirán en nuevo capítulo de una guerra sin fin.

Y si de liderar reformas se trata, ¿por qué el presidente Vizcarra no lidera la reforma laboral? ¿Por qué no encabeza una cruzada nacional en contra de la república del trámite en que se ha convertido el Perú? Debería hacerlo con urgencia. El único problema es que no son reformas populares. Veremos.