Las calles y la centro derecha

La movilización ciudadana del domingo pasado, si bien no convocó a todos los miles que se expresaron luego de las elecciones generales, sí dejó en claro que la centro derecha en el Perú predomina en las calles y la movilización ciudadana. La última movilización no reunió como en eventos anteriores, sin embargo, fue largamente superior a las convocatorias desarrolladas por progresistas y comunistas. En el caso de los últimos, por ejemplo, con el apoyo de todo el Estado y el histrionismo de caballos y ronderos, la imagen de cuatro gatos marchando se grabó en las retinas.

El Perú entonces es quizá el único país de América del Sur en el que la centro derecha se impone en la movilización ciudadana. Si consideramos que la tragedia chilena y la Convención Constituyente que elabora una constitución colectivista nacieron del control de las calles por la izquierda del país del sur, el dato sobre el Perú no es cualquier asunto. Es uno que puede definir el curso de la libertad. 

Sin embargo, vale interrogarse, ¿por qué las convocatorias de la centro derecha comienzan a desgastarse? Es evidente que la sensación de tragedia y agonía ha remitido con el bloqueo de la asamblea constituyente del Foro de Sao Paulo, al menos por ahora. La ciudadanía sabe que el Ejecutivo no puede implementar su proyecto general y que, a pesar de todos los retrocesos, el modelo se mantiene. 

Todos estos factores tienen que ver con el desgaste y el debilitamiento de las movilizaciones ciudadanas. De allí que promover solo la vacancia del jefe de Estado puede comenzar a ser una idea distante.

Sin embargo, la gente todavía no entiende que la continuidad de la administración Castillo sí está destruyendo el sistema institucional y económico del país. Las movilizaciones ciudadanas entonces deben apuntar a demandas parciales que busquen preservar el sistema constitucional.

Por ejemplo, el sistema republicano necesita evitar que el comunismo controle políticamente las fuerzas armadas y policiales. El Congreso debe aprobar una ley clara al respecto, sobre la base de la movilización ciudadana. Igualmente se necesita detener el intento de colectivizar las relaciones laborales y promover la quiebra del sector privado. Movilizaciones ciudadanas y Legislativo deberían converger.

Es incuestionable que la llegada del comunismo al poder ha modificado la forma de entender la política de las últimas tres décadas. Hoy nadie se puede proponer detener el proyecto de la asamblea constituyente si no genera un impresionante proceso de organización de abajo hacia arriba. 

El colectivismo es una amenaza a la inversión privada, al empleo y a la lucha contra la pobreza. La respuesta democrática entonces debe movilizar a los mercados populares (desde Gamarra hasta los mercados Unicachi), a las organizaciones de asentamientos humanos, a los representantes de las clases medias, a los estudiantes, a los trabajadores de las minas, de las agroexportadoras y demás sectores. Es decir, la lucha contra la asamblea constituyente también debe ser social y popular, porque todos estos sectores están amenazados con la quiebra del sector privado.

Si la centro derecha logra organizar desde abajo hacia arriba a los sectores populares y emergentes, y produce una alianza con las clases medias irritadas con la administración Castillo, una alianza entre trabajadores y empresarios, entonces, el Perú será la tumba del comunismo, tal como lo fue del terrorismo senderista en los años ochenta.