LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Jugando a la unidad nacional?
Sobre la liberación de Alberto Fujimori
Todos los peruanos de buena voluntad celebramos los cumplidos entre el presidente Kuczynski y Keiko Fujimori a propósito del vigésimo aniversario de la Operación Chavín de Huántar. Igualmente vale festejar la voluntad del jefe de Estado de evaluar la situación carcelaria de Alberto Fujimori como un gesto que busca posibilitar un clima favorable a una convergencia nacional entre el pepekausismo y el fujimorismo. Una convergencia vital para emprender reformas de segunda generación y alejar al Perú de la temida trampa de ingresos medios.
Sin embargo, cuando el vicepresidente Martín Vizcarra señaló que “Alberto Fujimori era el líder indiscutible de Fuerza Popular”, se reveló la mala onda, el intento de utilizar el tema para poner entre la espada y la pared a Fuerza Popular en el preciso momento en que se discutía la llamada ley de reconstrucción. Luego trascendió que el gobierno buscaba congresistas de diversas bancadas para presentar la iniciativa del cambio de régimen carcelario de personas de avanzada edad y en precarias condiciones humanitarias. Roberto Veira recogió el guante y el fujimorismo, en silencio y fastidiado, procedió a aprobar la ley de la reconstrucción con importantes modificaciones.
Más allá del apretón de manos de Kenji Fujimori con el PCM Fernando Zavala, ¿cómo queda el gobierno frente al fujimorismo luego de estas movidas? Es evidente que luego de quince años de democracia y la participación de Keiko en dos segundas vueltas electorales, sostener que Alberto Fujimori es el líder indiscutible de Fuerza Popular es más que una provocación. Es algo así como jugar al acuerdo para hacer mejor la guerra; es decir, apostar a la división del adversario. Una jugada digna de la política izquierdista de universidad, pero absurda para la política estatal.
El gobierno parece haberse colocado una soga al cuello: ahora debe proceder sí o sí a cambiar la situación carcelaria de Alberto Fujimori (a menos que pretenda la guerra, la polarización), porque el proyecto presentado por Veira será aprobado en el acto. Y el Ejecutivo deberá evaluar si la norma permitirá el arresto domiciliario del ex mandatario, mientras se desangra por el lado izquierdo y el fujimorismo vuelve a sentarse en el balcón que había abandonado.
Algo más. Cuando PPK, en el vigésimo aniversario de los comandos Chavín de Huántar, reconoció el trabajo del ex presidente Fujimori y se negó a mencionar a Keiko por su nombre (“la hija de Alberto Fujimori”) y luego Vizcarra pretendió entrometerse en una historia de quince años de organización en Fuerza Popular, se reveló la estrategia: el pepekausismo hacía el amague de negociar con el albertismo para intentar dividir a Fuerza Popular de aquí hacia el 2021.
Amigos, es el abecé de la política. ¿Qué va a suceder ahora? Pues que Fuerza Popular y Keiko Fujimori están obligados a demostrar que Alberto Fujimori es parte importante de la historia del fujimorismo, pero que hoy la negociación se hace por otro lado. Y esa demostración significará varias fracturas óseas en el Ejecutivo. No hay vuelta atrás. Cualquier analista serio sabe que las cosas son así.
Pretender señalar que el actual fujimorismo se reduce a la memoria de los noventa es una verdadera locura. Es creer que las representaciones populares solo existen por la historia, al margen de la voluntad y organización diaria durante más de una década.
El gobierno, pues, juega fulbito de barrio. No le interesa el campeonato nacional, menos las eliminatorias ni el mundial. Falta escuela política en todos sus grados. Hoy PPK solo tiene una sola manera de salir del embrollo: indultar a Fujimori y ponerse por encima del pepekausismo y el fujimorismo. Es decir, convertirse en el jefe de Estado que canceló la absurda polarización que destruye las instituciones durante más de una década.
Víctor Andrés Ponce
COMENTARIOS