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¿El nadinismo está en Palacio?

¿El nadinismo está en Palacio?
Víctor Andrés Ponce
14 de diciembre del 2016

Desarrolla una estrategia que busca choque de poderes

Los trascendidos acerca de que dos asesores de clara orientación antifujimorista radical habrían convencido a PPK de una supuesta conspiración de Keiko Fujimori para vacar la Presidencia se vuelven más insistentes. Esta delirante hipótesis sería la explicación de que el jefe de Estado hablara de la posibilidad de plantear la cuestión de confianza frente a la interpelación del ministro de Educación, Jaime Saavedra, hecho que —a nuestro entender— definió la censura (felizmente para el Perú, el jefe de Estado acaba de descartar la cuestión de confianza más allá de si era posible constitucionalmente)

De confirmarse el papel de los supuestos asesores, de alguna manera, debemos recordar los miedos infundados que creaba Montesinos al ex presidente Fujimori para ir apoderándose del entorno palaciego, y también debemos considerar que el jefe de Estado necesita más cables a tierra. Pero si en la administración PPK se ha permitido que el antiguo aparato nadinista se mantenga incólume, entonces estamos ante un serio problema de gobernabilidad; incluso más grave que el de la censura. Si analizamos el nivel de polarización del país —igual o peor que en tiempos del nadinismo— las piezas de este absurdo político empiezan a ordenarse.

Los mencionados asesores también habrían convencido a Jaime Saavedra de que no renuncie —exponiéndose a un maltrato innecesario— porque supuestamente una censura lo convertiría en un virtual candidato presidencial de la centro izquierda. De allí la decisión del ministro de enfrentar la sanción política. Cada personaje es dueño de sus yerros.

Pero, ¿cómo es posible que puedan estar sucediendo cosas tan absurdas que explican la falta de convergencias entre el pepekausismo y el fujimorismo? Al parecer la ausencia de política en la administración PPK ha llevado a creer a algunos que el triunfo de PPK en la segunda vuelta se explica por los aportes del antifujimorismo radical y no por los graves errores de Keiko Fujimori. Esa ausencia de experiencia política, de una u otra manera, habría permitido que el Gabinete de tecnócratas se recueste sobre el aparato nadinista en medio de la iniciativa de algunos ministros vinculados a la izquierda.

El antifujimorismo radical está desarrollando abiertamente una estrategia de choque con el Congreso y la mayoría legislativa. Pretende convertir la oposición al Congreso en el eje de la política y desarrolla una política de veto para excluir al fujimorismo de la democracia. De allí la casi uniformidad mediática contra el movimiento naranja, las marchas callejeras que languidecen, las amenazas de disolver el Legislativo y, los guiños del Ejecutivo a esta estrategia suicida, hasta que PPK asumió plenamente la estrategia planteando la cuestión de confianza y todo se desbordó.

Por ejemplo, el libreto de las canastas del Congreso es paradigmático: las canastas existen porque forman parte de un convenio colectivo con los trabajadores del Legislativo, y no hubo licitación porque la anterior Mesa Directiva dejó las cosas al libre albedrío. Sin embargo la artillería del antifujimorismo radical en la media disparó a diestra y siniestra intentando desprestigiar la gestión fujimorista.

Durante el pasado gobierno nacionalista parecía existir más control del impulso del antifujimorismo radical. Si bien la nueva polarización se puede explicar por los yerros de una mayoría legislativa absoluta en el Congreso, es evidente que en Palacio se ha dejado actuar a este sector antidemocrático.

Todo parece indicar que el equilibrio del Presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, y la firmeza de congresistas como Juan Sheput son las únicas explicaciones para que las cosas no escalen a mayores, en medio de esta estrategia que busca desencadenar un choque de poderes y una confrontación generalizada en la que el fujimorismo ganaría largamente y el pepekausismo simplemente se incineraría. Claro que el Perú naufragaría, postergando sus imprescindibles reformas de segunda generación, mientras se organiza un escenario a favor de las propuestas antisistema el 2021.

Los beneficiados de este absurdo: Gregorio Santos, Verónika Mendoza, Antauro Humala y el narcisismo de los loquitos que plantean la disolución del Legislativo.

Por Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
14 de diciembre del 2016

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