El fin de la luna de miel

El pepekausismo necesita un centro político

La última encuesta de Ipsos —que registra una caída de ocho puntos en la popularidad de PPK— y el saldo trágico de un civil muerto y veinte policías heridos desatado por el radicalismo antiminero cerca de Las Bambas (el megaproyecto de cobre del Perú) revelan incuestionablemente que ha comenzado el fin de la luna de miel de la administración pepekausista.

El término de un periodo de gracia no representaría ninguna tragedia si el Ejecutivo se hubiera ordenado adecuadamente para afrontar las demandas de la gobernabilidad. Finalmente, un gobierno con una aprobación aceptable puede prosperar si pisa el acelerador del Estado. Pero algo así no parece suceder con el pepekausismo.

El estilo de gobernar de PPK, basado en la extrema delegación de responsabilidades, si bien tiene aspectos positivos (como evitar la concentración del poder) balcaniza de tal manera el ejercicio del gobierno que un asesor en temas de salud puede plantearse “negociazos” a espaldas de la titular del sector, por ejemplo. Y, a menos de tres meses en el poder, puede terminar derribando a José Villacorta y José Labán, dos consejeros presidenciales. Si alguien cree que la renuncia de tres consejeros del jefe de Estado en menos de una semana es cualquier cosa, entonces no sabe qué es una crisis de gobierno; pequeña, pero crisis.

De alguna manera estos hechos nos revelan que se acabó el recreo en Palacio. La idea de que todo se arregla con la delegación de facultades no va más, porque ya está la autorización para legislar sobre la mesa. ¿Qué hacer entonces?

Se debería, pues, terminar con la fragmentación del poder dentro del Ejecutivo que, a veces, genera la impresión de que cada ministro es un potencial candidato presidencial, con esa idea que señala que “salvo la media todo es ilusión”. Si no hay un jefe, un centro político, volverán a suceder casos como Las Bambas, que ya estaban anunciados. ¿Alguien en el gobierno le puso el ojo al megaproyecto que agrega 1.5% al PBI? Parece que nadie. Las mesas de diálogo que abandonó Humala continuaron abandonadas por los ministerios, y las estrategias de bloqueos de carreteras no convocaron la atención gubernamental. Bueno los resultados están allí.

Y así como Las Bambas está el asunto de los mineros informales y los posibles relanzamientos en Conga y Tía María, que podrían desencadenar otros conflictos. ¿Quién está pensando estos escenarios, si el estilo PPK es delegar las cosas de tal manera que cada ministro sea un zar de su sector, sin relación con otros sectores?

La administración PPK, pues, necesita un centro político que ordene la acción gubernamental. Ya no se trata de un eje que ordene el futuro del pepekausismo y, por lo tanto, arregle el desbarajuste de la bancada parlamentaria. Todo indica que el pepekausismo no tiene futuro porque muere con la actual gestión. Se necesita un Ejecutivo ordenado, centrado en los temas candentes para la gobernabilidad, que sea capaz de establecer gestos audaces y puentes reales con la mayoría legislativa.

Si el Ejecutivo no se ordena, al mejor escenario al que avanza es hacia la mediocridad. El peor podría ser una hipótesis difícil de verbalizar para la democracia. Pero en medio de las malas noticias surge una verdad incuestionable para los demócratas: todos los peruanos de buena voluntad tienen la obligación de poner el hombro para evitar el fracaso de la administración PPK. Un fracaso es el fracaso de las apuestas por la democracia y la economía de mercado el 2021.

Víctor Andrés Ponce