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¿Del cierre a la constituyente?

¿Coalición vizcarrista se fisura?

¿Del cierre a la constituyente?
Víctor Andrés Ponce
26 de mayo del 2019

 

El Perú está emponzoñado, en una virtual guerra civil sin balas, en la que los sectores en pugna buscan eliminar al adversario. No hay posibilidades de establecer acuerdos o pactos porque los líderes están muertos, encarcelados o son candidatos decididos a no mojarse con la lluvia que afectaría sus posibilidades electorales. En esta guerra de destrucción mutua en que se sirve la mesa al extremismo antisistema, anticapitalista, el presidente Vizcarra destruye la posibilidad de entendimientos cuando el oficialismo convoca a diálogo a las bancadas parlamentarias para ver la tan mentada “reforma política” y, horas después, camina hacia el Congreso, reeditando el gesto de pechar al Legislativo, y los voceros gubernamentales vuelven a hablar de cerrar el Congreso.

A estas alturas, para cualquier analista serio resulta evidente que la guerra la desarrolla el Ejecutivo, acicateado por un sector extremadamente desesperado. Sin embargo, la supuesta lucha anticorrupción ha declinado con la muerte de Alan García, y el presidente no sube punto alguno con los golpes de “los fiscales Lava Jato”. Muy por el contrario, sigue cayendo en las encuestas, mientras el Congreso empieza a rehacerse, sobre todo luego de haber aparecido de lado de la multitudinaria marcha de “Con mis hijos no te metas”.

IDL- Reporteros, el diario La República y los sectores caviares más ligados a los contratos y el presupuesto del Estado, parecen haber llegado a la conclusión de que luego de la muerte de García el único escenario para seguir controlando instituciones y manejar el poder —sin formar partidos, sin presentar programas, ni ganar elecciones—, pasa por el cierre del Congreso. Y el caballito de batalla es la propuesta de reforma política de los notables vizcarristas, encabezados por Fernando Tuesta. Aquí lo extremadamente paradójico es que una propuesta de reforma constitucional —que busca empoderar constitucionalmente un Ejecutivo y eliminar el equilibrio de poderes— se convierta en el argumento para cerrar el Congreso. En cualquier caso, allí están los pronunciamientos, los artículos y tuits, y cada uno asumirá su responsabilidad ante la historia.

La campaña a favor del cierre del Congreso, con marchita de los antifujimoristas de siempre incluida, evidentemente también se respalda en la cruz del fujimorismo: la mala selección de un sector de congresistas, implicados en delitos e irregularidades, que cuestiona la inmunidad parlamentaria.

Sin embargo, un sector de la coalición vizcarrista parece tomar cierta distancia del extremismo. Ya no acompaña con tanto entusiasmo la estrategia del cierre del Congreso. ¿Por qué? Una posibilidad podría ser que la estrategia de fomentar la disolución del Legislativo, en el acto, genera la disyuntiva cierre o vacancia. Un escenario aterrador y de pronóstico reservado, sobre todo considerando que Vizcarra sigue cayendo.

La otra posibilidad es que este sector vizcarrista —medios y encuestadoras— considere que la eventualidad de la disolución del Congreso, en la práctica, autonomizaría el proyecto político de Vizcarra. Podría darse el caso que la gente empuje hacia adelante —como se dice— y la popularidad de Vizcarra trepe por encima del 70% (tal como se soñaba con la detención de García) y el caudillo moqueguano —muy amigo de Evo Morales— se incline por la asamblea constituyente. Si el hombre no tiene grupo político propio, si los partidos que participarían en las nuevas elecciones parlamentarias son los mismos a los cuales se pretende desaparecer, si gobernar con la Comisión Permanente convierte al Ejecutivo en el único responsable de la gobernabilidad, ¿por qué respetar la Constitución de 1993, que todos contribuyen a deshacer?

¿No es mejor seguir empujando hacia adelante convocando una asamblea constituyente? ¿No se asegura el circo interminable y una nueva reelección? Y si es así, ¿para qué Vizcarra necesitaría mantener una coalición con medios tan pedigüeños con el fisco que lo convierten en un caudillo mediatizado? Y si se ponen bravos, ¿acaso no se puede convocar a una licitación de las frecuencias del Estado? ¡Qué triste! Reflexionando sobre estos actores no parece haber nada republicano en ellos. Terrible. Devastador.

 

Víctor Andrés Ponce
26 de mayo del 2019

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